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Responsabilidad vs. Apatía.
En una empresa, cuando ocurren errores, se investigan las causas y se analiza la falla en el proceso. Luego, el proceso se ajusta para evitar que los errores ocurran de nuevo. Esto se aborda normalmente de inmediato. Si se determina que el error se debió a un error humano, los responsables pueden ser llamados a rendir cuentas y ser disciplinados, dependiendo del contexto y la magnitud del daño al negocio.
En un gobierno, como el de Orihuela, cuando ocurre un error —lo cual es bastante común—, a menudo nadie asume la responsabilidad ni siquiera reconoce el error. Las discusiones sobre quién tiene la culpa rara vez ocurren y generalmente no se hace ningún esfuerzo por mejorar lo que debe mejorarse en el proceso de comunicación para evitar problemas similares en el futuro.
Orihuela sigue cometiendo los mismos errores, y con cada repetición parece que se vuelven más hábiles en la mala gestión. Lo más llamativo es que nadie es responsable —no hay consecuencias, no hay disciplina, solo recompensas. Esto es nepotismo y favoritismo en pleno funcionamiento. En medio de este caos, la incompetencia suele estar en el corazón del problema.
El verdadero problema dentro del ayuntamiento es que las pocas voces inteligentes —una clara minoría— están llenas de dudas, mientras que la mayoría, que carece de visión o previsión, está rebosante de una confianza mal dirigida. Lo que no entienden es la importancia crucial de aprender del pasado para crear un futuro mejor.
El pasado es inmutable, y aunque el futuro está por escribirse, para Orihuela parece una conclusión inevitable: la ciudad nunca cambiará.
Es hora de abandonar cualquier esperanza de que figuras como Vegara, Mestre o cualquier otro realmente escuchen o se preocupen por las voces de la Costa. Una y otra vez, han decepcionado al pueblo y traicionado a sus votantes.
Esperar la decepción se ha convertido en la norma, porque, lamentablemente, la decepción es inevitable. Honestidad, integridad y responsabilidad —valores que deberían definir cualquier gobierno— han sido desechados por una mayoría arrogante.
Vegara y Mestre son expertos en hacer promesas, presentar hechos y cifras llamativas, pero constantemente no cumplen con nada sustancial.
La frustración está creciendo rápidamente entre los residentes españoles, que están cada vez más desilusionados con la incapacidad del gobierno local para abordar problemas urgentes. Los residentes no españoles, que contribuyen al área y pagan sus impuestos, también comparten este descontento al ver cómo la otrora hermosa Orihuela Costa cae en declive.
El ayuntamiento corre el riesgo de destruir la esencia misma de Orihuela Costa —la «gansa que pone el huevo de oro». Es hora de superar las mentiras y exigir un cambio. La única manera de hacer que Orihuela Costa vuelva a ser grande y hermosa es a través de la acción colectiva.
Si no desafiamos las mentiras, eventualmente se convertirán en la verdad.
